Bitcoin es la criptodivisa que ha estado en boca de todos en los últimos años. Su acelerado crecimiento ha atraído la atención de pioneros, estadistas, inversionistas, autoridades y otro tipo de personajes que pretenden lucrar y explotarla al máximo. Por esta misma razón se ha prestado a múltiples controversias tanto sociales como económicas, que no siempre son vistas con buenos ojos por los usuarios finales. Sin embargo, la pregunta clave para el Bitcoin, ¿legislar o no? sigue ofreciendo una discusión muy interesante.
La percepción general
La aplicación de la moneda como medio de cambio por artículos y servicios delictivos le ha otorgado un color gris en la mente de los observadores, los cuales se han mostrado reacios a su uso. La aparición de plataformas como el Silk Road, la carencia de productos y servicios los cuales se puedan pagar por este medio, así como la falta de volumen en usuarios, ha incrementado la falta de confianza en el público general.
Los allegados a este tipo de protocolos de intercambio monetario alegan que su mal uso depende de las personas que la utilizan, y no es en ninguna forma, el punto original de la creación del Bitcoin, ya que esta fue creada pensando en la facilidad de operación y reducción de la complejidad al efectuar operaciones de intercambio en factor de tiempo y costo.
El alegado anonimato de las operaciones realizadas realza una inherente falta de confianza, lo cual se traduce en mala reputación. Al mismo tiempo, son los mismos usuarios los que se encargan de crearse un nombre y facilitan de esta forma la transparencia dentro de la comunidad, lo que coloca a la plataforma en una posición de bajo riesgo para crear transacciones, sin mencionar la solidez y seguridad del código digital sobre el que se fundamentan.
Los bancos
La respuesta de los bancos sobre las divisas virtuales aún no está clara, ya que en la mayoría de los casos, estos se inclinan sobre la legislación y la implementación de regulaciones. Sin embargo, son los mismos bancos los que rechazan cualquier actividad con empresas que se dediquen al manejo y explotación estos activos, imponiendo medidas cautelosas sobre su participación, y en algunos casos evitando su relación.
Son estas instituciones las mismas que recalcan que los riesgos para el usuario corren bajo su propia cuenta, ya que estas no respaldan la validez de estos fondos, y atraen un vacío dentro de la fiabilidad financiera para los consumidores.
La postura del gobierno
La presión impuesta sobre los gobiernos por distintos flancos, tanto económicos (bancos), políticos y sociales, los ha orillado en muchos casos, a tomar decisiones sobre la legitimidad de estas monedas, en muchos casos: prohibiendo, o controlando excesivamente su uso.
Es importante mencionar que sin importar cuán fuerte sea la corriente que conlleva esta cultura de activos digitales, muchos países no cuentan aún con una postura sobre la regulación, lo cual afecta en mayor medida a los usuarios actuales, quienes pueden tomar la postura de aprovecharse de esta carencia.
¿Por qué es importante la legislación?
La libertad con la que se desempeñan los recursos financieros atraídos por estas monedas ha facilitado su expansión y su continua fluidez, ampliando mercados que anteriormente no podían ser explotados, en gran medida, por culpa de las instituciones bancarias y los límites físicos derivados de la separación de naciones y culturas.
Sin embargo, tomando en cuenta el lado oscuro de las criptodivisas, podemos darnos cuenta que el mayor obstáculo para su crecimiento es la misma confianza. La cual impide que los usuarios se acerquen de manera confiada, que los bancos respalden su validez financiera y que el gobierno capte los impuestos derivados de las operaciones con las mismas.
Una legislación adecuada puede proveer los mecanismos necesarios para generar confianza en un público cada vez más informado. Regularizar su manejo, traerá consigo un sin fin de cambios en la forma en la que se ejecutan las operaciones, pero también traerá consigo la confianza para las personas que decidan utilizarla. Esto se verá reflejado en el volumen de consumidores y en la estabilidad del flujo sobre el valor del tipo de cambio, el cual en estos momentos fluctúa en múltiples sentidos. Así mismo, disminuiría la especulación y las actividades delictivas con las cuales se le relaciona actualmente.